Y un día como hoy, 1.700 jueves atrás, esas locas no conocían la palabra "discreción", no conocían la palabra "silencio", no conocían la palabra "miedo". Gracias a Dios, conocían una palabra que les dejaría la lengua sin pelos y los ojos mojados en busca de un sueño... Conocían la palabra "Amor", y eso era lo que les habían robado en medio de la oscuridad.
¿Cómo se puede resistir a tanta desesperación? Bueno, eran madres. Dicen que es el mayor amor que puede existir sobre la humanidad, y aún así, todavía hay personas que van a ver este día como un día más...
"Mujeres paridas por sus hijos, son el coro griego de esta tragedia. Enarbolando las fotos de sus desaparecidos, dan vueltas y vueltas a la pirámide, ante la rosada casa de gobierno, con la misma obstinación con que peregrinan por cuarteles y comisarías y sacristías, secas de tanto llorar, desesperadas de tanto esperar a los que estaban y ya no están, o quizás siguen estando, o quién sabe:
—Me despierto y siento que está vivo —dice una, dicen todas—. Me voy desinflando mientras pasa la mañana. Se me muere al mediodía. Resucita en la tarde. Entonces vuelvo a creer que llegará y pongo un plato para él en la mesa, pero se me vuelve a morir y a la noche me caigo dormida sin esperanza. Me despierto y siento que está vivo...
Las llaman
locas. Normalmente no se habla de ellas. Normalizada la situación, el dólar está barato y cierta gente también. Los poetas locos van al muere y los poetas normales besan la espada y cometen elogios y silencios. Con toda normalidad el ministro de Economía caza leones y jirafas en la selva africana y los generales cazan obreros en los suburbios de Buenos Aires. Nuevas normas de lenguaje obligan a llamar "Reorganización Nacional" a la dictadura militar.
A veces se le va la mano en la fe, y anuncia la revolución social de no muy realista manera, o se dispara públicamente en furias contra el poder militar y el Papa de Roma. Pero, ¿qué sería de las madres de Plaza de Mayo sin el entusiasmo de esta muchacha? Ella no deja que las madres se vengan abajo, cuando ya parecen vencidas por tanto silencio y burla:
—
Siempre se puede hacer algo —les dice—.
Unidas. Cada una por su lado, no. Vamos a... Tenemos que...
Y recoge el bastón y es la primera en moverse.
Alicia Moreau ya va para cien años. Está en la lucha desde los tiempos en que los socialistas no bebían más que agua ni cantaban otra cosa que la Internacional. Desde entonces han ocurrido maravillas y traiciones en cantidad, muchos naceres, muchos morires, y a pesar de todos los pesares ella sigue creyendo que creer vale la pena. Alicia Moreau está airosa y briosa como a principios de siglo, cuando discurseaba en los barrios obreros de Buenos Aires, parada sobre un cajón, entre banderas rojas, y atravesaba la cordillera de los Andes a lomo de mula, apurando el paso para no llegar tarde al congreso feminista."
Fragmento que robé humildemente de las miles de publicaciones que adornaron cada fecha histórica, de esas que vale la pena leer, porque vale conocer y vale sentir. Acá estamos, mirando para atrás pero caminando para adelante, recordando lo que pasó con la misma fuerza, con la que se imagina lo que pasará. Formando y construyendo un país que tenemos todos, pero que todavía se tiene que trabajar.
Y allá están, las Madres de ayer y las Abuelas de hoy, con las mismas lágrimas, los mismos sueños, el mismo camino y en busca de la misma respuesta... Gracias por enseñarme que vale la pena luchar. Hoy, si miro un rato al cielo, puedo rescatar entre las nubes blancas las sonrisas orgullosas de los 30.000.
"Que nos digan a dónde han escondido las flores, que aromaron las calles persiguiendo un destino... ¿Dónde, dónde se han ido?"
Cada vez estamos más cerca de la verdad, Víctor... NUNCA MÁS.