Digo esto porque esta personita (que de pequeña no tiene nada) cambió mi vida. Lo encontré en una librería vieja de la costa y me lo traje para casa, lo leí en un par de días y lo perdí, lo extrañé y fui a buscarlo a otra libreria, ya en Baires terminé con él y volví a perderlo, y así volví a buscarlo una vez más. Poco a poco fui enamorándome de sus palabras, de su simpleza, de su esperanza. Lloré, reí y amé al punto de quebrarme y sentí la brisa de la vida al pasar las páginas, y es por eso que si tenía que volver, quería que fuese él, aquel protagonista de cualquier regreso.
"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj. |
Busqué entre sus obras de arte la más accesible para mi humilde blog, quizás si la entrada me lo permitiera, hubiese escrito todos los capítulos de Rayuela, hubiese escrito las mejores frases de El Perseguidor, hubiese escrito los cuentos de Bestiario y Final del Juego, pero la vida me da pocos caracteres y quiero resumir todo esto:
Julio, te habrás cansado de ser siempre vos mismo, y así y todo llenaste de literatura París y Buenos Aires y gracias, gracias por ésto que no tiene adjetivo y ojalá tus ojos que miraron tanta lluvia sepan que fuiste y serás por siempre un enormísimo Cronopio.
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