sábado, 15 de octubre de 2011

"Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado. Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas. 
Se pasa el día diciendo, como tú: "¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!" 
Lo que le hace hincharse de orgullo. Pero eso no es un hombre ¡Es un hongo!" 


Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira las estrellas.  

sábado, 6 de agosto de 2011

Hablando a tu corazón

La vuelta, el reencuentro, la mirada nueva y los ojos brillando, justo ahí donde te das cuenta que el tiempo es un bichito que nunca, nunca para de caminar. Pasaron más o menos diez meses desde mi última palabra acá, parece mentira con qué poca piedad los relojes abandonan los recuerdos en el pasado, como nada ni nadie es tan importante para ser siempre presente. En fin, me venció la melancolía (vieja enemiga que nunca se despegará de mi) y acá estoy. Pero no soy la de hace diez meses, eso seguro. Un año nuevo cargado en la espalda, otro cumpleaños, la sonrisa más pulida y muchísimos momentos donde viví, como se debe hacer si se quiere seguir. En estas vacaciones me saqué las ganas y me vine a dormir al garaje de casa. Siempre me gustaron los garajes, ese espíritu de rocanrol y birra que te pintan en las películas norteamericanas y que terminé comprando. Dejé atrás a varias personas, me gané bastantes lecciones para más adelante, y entre otras cosas, encontré a Julio Cortázar.  
     Digo esto porque esta personita (que de pequeña no tiene nada) cambió mi vida. Lo encontré en una librería vieja de la costa y me lo traje para casa, lo leí en un par de días y lo perdí, lo extrañé y fui a buscarlo a otra libreria, ya en Baires terminé con él y volví a perderlo, y así volví a buscarlo una vez más. Poco a poco fui enamorándome de sus palabras, de su simpleza, de su esperanza. Lloré, reí y amé al punto de quebrarme y sentí la brisa de la vida al pasar las páginas, y es por eso que si tenía que volver, quería que fuese él, aquel protagonista de cualquier regreso. 



"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
   Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa."     
                   
Busqué entre sus obras de arte la más accesible para mi humilde blog, quizás si la entrada me lo permitiera, hubiese escrito todos los capítulos de Rayuela, hubiese escrito las mejores frases de El Perseguidor, hubiese escrito los cuentos de Bestiario y Final del Juego, pero la vida me da pocos caracteres y quiero resumir todo esto:
    Julio, te habrás cansado de ser siempre vos mismo, y así y todo llenaste de literatura París y Buenos Aires y gracias, gracias por ésto que no tiene adjetivo y ojalá tus ojos que miraron tanta lluvia sepan que fuiste y serás por siempre un enormísimo  Cronopio.