domingo, 31 de octubre de 2010

Alma de diamante

Una mirada caída, una sonrisa perdida. Buscando entre cenizas de ilusiones las llamas de un sueño que alguna vez ardió. Preguntándole a la vida donde dejó la inocencia de su lejana niñez, casi tan lejana como el calor de un cariño verdadero.  
Si es tanto lo que duele vivir acompañada del ruido del tacón, de sus medias caladas o de su minifalda marrón ¿Por qué levantar la vista, esperando que el próximo coche traiga de rescate un príncipe azul? Si hoy solo vive entre páginas rotas, lamentando una derrota poco a poco, gota a gota.  
Transitando un camino sin destino, con un escenario vacío y una meta a la deriva. Su estómago no quiere comida, sus pies no conocen la monotonía. Sólo se deja observar, una figura nocturna al pasar: Casi natural, casi celestial.
Y cuando llega el momento del show, solo puede dar otra sonrisa cansada, para adentrarse en el mundo de la desesperación, donde en Dios no existe perdón y el diablo espera cobrar la jugada. Entregar su arma de vida a un viajero que no tiene edad, religión o lugar. Vender su saber y su talento a cambio de un bolsillo lleno, regalar sus alas de ángel y un viaje al mismo cielo, actuando un anhelo que nunca existió. La boca que grita palabras falsas, los ojos ciegos de ver oscuridad, los oídos sordos de escuchar sus propias mentiras. Desnuda al pasado y besando con frialdad el presente, mientras en su cuerpo ya no queda rastro de ternura, solo huellas de amargura y un pedazo de ilusión.
   Sólo la luna es testigo de sus miserias, sólo ella sabe de sus lágrimas negras, que ruedan en silencio sobre sus mejillas serias. Cuenta sobre la mesa el resultado de cada amanecer, como creyendo que algún papel verde le dará promesas de padre, abrazos de madre o desayuno sin ron. Consumiendo cada tubo blanco del cartón, inhalando indecencia, exhalando desesperanza, perdiendo arrogancia junto al resto del brillo que abundaba en su mirar. 
  La melodía que le robo el corazón le enseñó que en infierno no hay compasión. Que los arañazos al alma que desesperaron sus uñas rojas sólo dejan de doler, cuando la almohada le ilusiona un calor que entibia sus piernas de mujer.

sábado, 30 de octubre de 2010

Que ves el cielo

Tu partida no sólo me empapeló la tristeza de perder a un corazón noble, sino también me dejó un mal sabor de boca, y no pude evitar preguntarme... ¿Será siempre cierto, eso de que descubrimos el verdadero valor de las cosas, justo cuando ya no podemos disfrutarlas? Fue tan poco lo que te pude admirar en vida... Tus pensamientos, tus proyectos, tus ideales, el compañerismo con tu pueblo, tu inteligencia, el amor incomprable que le tenías a tu gente. Esa lucha que, junto a Cristina, pudiste emprender sin importarles lo que se decía, lo que se atacaba, lo que se mentía... Porque sabían que ahí adelante había un futuro mejor para todos.
Escuchar tu voz, después de saber que te fuiste, me permite sentirte un poquito más cerca. No porque tu cuerpo descanse hoy en paz y ya no pueda salir a defender lo que nos pertenece, sino porque el espíritu y las ganas de vivir se refleja en cada sonrisa luchadora que te recuerda sin bajar los brazos.
Si algo querriamos todos que pudieras saber en este momento, es que los sueños de una justicia argentina siguen intactos en cada pensamiento... Aunque estoy segura que cuando partiste de este mundo lo sabías. Lo sabías porque entendías que las cosas marchaban bien cada vez que tus ojos se iluminaban con la mirada de la compañera de tu vida, de la madre de tus hijos, de tu esposa y por muchos años más, nuestra querida presidenta. 
¡Siempre vas a vivir en mí!
Gracias por todo Néstor, hasta siempre.